La Burbuja Económica en Japón
http://www.eumed.net/ce/2007a/era4.htm
La Burbuja Económica en Japón
Ernesché Rodríguez Asien (CV)
Universidad de la Habana, Cuba
rodriguezasien@yahoo.es
Los economistas llaman “economía de burbuja” al fenómeno especulativo que se produce cuando los precios de los bienes se disparan por encima de un nivel teóricamente justificable.
En la segunda mitad de la decaída de los 80 y especialmente desde finales de 1987, los precios de las acciones y del suelo se inflaron de manera acelerada, como si fuera una especie de burbuja gigantesca en la economía japonesa. Esta elevación de los precios trajo como resultado una especulación en lo mercados bursátiles e inmobiliario.
Esta especulación se debe en gran medida a las fluctuaciones de la tasa de interés, pues los bajos intereses significa, a su vez que los precios de los activos son altos. Ambos casos están relacionados: una caída de los tipos de interés a largo plazo incrementa las previsibles ganancias de los activos.
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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Rodríguez Asien, E. : “La Burbuja Económica en Japón" en Contribuciones a la Economía, febrero 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
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Otro factor importante para la formación de la burbuja fue un exceso de créditos. Esto fue lo que ocurrió realmente a finales de los años 80. Entre 1987 y 1989 la cantidad de circulante monetario experimento un aumento medio del 10,8% anual y superó el crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) nominal en una medida de 4,5 puntos.
Esta liquidez monetaria estaba también por encima del incremento del PNB nominal entre 1980 y 1986, pero solo en una media de 2,4 puntos anuales. Un crecimiento excesivo de liquidez sirve para realizar transacciones de activos, o en otras palabras, para inflar la burbuja especulativa. En efecto, las estadísticas sobre los créditos facilitados por las instituciones financieras a finales de los años 80 indican que la mayor parte de la demanda marginal de fondos durante ese periodo iba destinada a la adquisición de activos. Esta claro que el exceso de créditos hizo posible la formación de la burbuja.
Un dato curioso es que los tipos de interés no cambiaron esencialmente entre finales de 1987 y 1989, pero los precios de las acciones y de los bienes raíces experimentaron alzas. Esto explica la decisión de las personas de aprovechar un exceso de crédito, con una tasa interés baja para invertir en activos, con la ilusión colectiva de que el costo de los activos que ya han experimentado un aumento seguirá revalorizándose, trayendo como consecuencia una especulación, a esto se le llama “mito de los precios progresivos”.
Entre 1985 y 1990 la desregulación financiera que acompañó a la emisión financiera monetaria total que creció en promedio 10% anual provocó, desde el segundo semestre de 1988, un excesivo auge especulativo que desembocó en la compra de terrenos, acciones, pinturas y artículos de lujo.
El Gobierno japonés con la finalidad de responder a la recesión originada por la fuerte apreciación del yen que siguió al Acuerdo Plaza y también para suavizar una ulterior presión sobre el yen tomó la decisión de tomar intereses bajos, por lo tanto el tipo de descuento oficial bajó de un 5% a un 2,5%, como medida de relajamiento monetario.
En la primavera de 1987, el Gobierno había anunciado un paquete de medidas para cebar la bomba con 6 billones de yenes. En el verano de ese mismo año, el Banco de Japón se dispuso a aplicar una política restrictiva mediante un aumento del 2,5% del tipo de descuento.
Los Estados Unidos ya se estaba “apretando el cinturón” desde comienzos de 1987 y en septiembre, cuando Alan Greenspan sucedió en la presidencia de la Reserva Federal a Paul Volcker, el tipo de descuento subió un punto. El banco de Japón parecía que iba a seguir el mismo ejemplo de octubre.
Pero, la verdad es que un golpe de mala suerte en octubre de 1987 les obligo a activar la política crediticia motivada por el trascendental “Lunes Negro” el 19 de octubre, cuando el crash de la bolsa estadounidense arrastró a las de Tokio, Singapur, Londres, Francfurt, entre otras. Para superar la crisis las autoridades estadounidenses inyectaron rápidamente dinero al sistema, bajaron el tipo de interés y pidieron a los países más ricos que siguieran su ejemplo con el objetivo de ayudar a la fortaleza del dólar.
La caída del dólar tras el Acuerdo Plaza mejoró rápidamente la balanza de pagos estadounidense en 1988. Sin embargo, en contrapartida, la debilidad del dólar ánimo a los japoneses a lanzarse a comprar propiedades en los Estados Unidos. El inflado precio de los activos japoneses en el contexto de un yen fuerte hizo que bajara el índice de ganancias de tales activos. Y con la moneda al alza, los activos extranjeros que ofrecían un alto índice de beneficios se presentaron como una auténtica ganga.
La consecuencia de todo ello fue que los japoneses realizaron grandes adquisiciones de activos en el extranjero. Los inversionistas nipones recurrieron a sus activos inflados para adquirir de forma alocada inmuebles y empresas norteamericanas.
La sensación de que Japón estaba comprando a los Estados Unidos provocó una corriente nacionalista que pudo muy bien precipitar la adopción de medidas para apoyar e dólar. Conviene señalar que la moneda norteamericana comenzó a subir cuando George Bush fue elegido presidente. Después de su investidura la administración estadounidense se mostró partidaria de un dólar más fuerte.
La Reserva Federal para contrarrestar la política financiera japonesa que compraba propiedades norteamericanas a precios muy bajos volvió a aplicar una política restrictiva en marzo de 1988, iniciando una política destinada a fortalecer el dólar. Existían dos factores que ayudaron a la subida el dólar:
1. Las perspectivas de un recorte en los gastos de defensa basado en la mejora de las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
2. El progreso en las negociaciones entre la administración y el Congreso sobre el recorte del déficit federal y la mejoría en la balanza comercial de los Estados Unidos.
Esta alza del dólar originó cambios decisivos en los mercados financieros japoneses. El Banco de Japón, por el contrario no tomó medidas hasta mayo de 1989. Su forma de proceder se basaba en la idea de que Japón servia de “ancla” en la economía mundial se pensaba que, como país, disponía de un enorme superávit en su cuenta corriente y actuaba como proveedor de capital al resto del mundo, no podía subir sus tipos de interés sin causar serias dificultades a un país como los Estados Unidos que sufrían un déficit en su cuenta corriente y dependían de la afluencia de capital nipón.
Existía el terror de que la restricción de dinero mediante la reducción de la afluencia pudiera provocar otro “Lunes Negro”. Este miedo contuvo a Japón, cuyo Gobierno permitió la expansión del crédito que actuó como fuerza motriz en la formación de la burbuja.
Hay que observar aquí el grado de globalización e interdependencia de la economía mundial, lo cual a obligado a Japón a aplicar una política basada sobre todo en consideraciones externas, mas concretamente en su preocupación por la situación de la economía estadounidense.
Pero, en mayo de 1989 el Banco de Japón subió finalmente el tipo de interés por cuatro veces consecutivas durante ese período, por lo cual la tasa de interés alcanzó de nuevo el nivel de septiembre de 1985 cuando se celebro el Acuerdo Plaza, terminando la época de la tasa de interés baja y el yen alto.
Las condiciones para las restricciones monetarias eran más que suficiente:
1. La alta cotización del yen que aceleró su ritmo a partir de 1985 y a la consiguiente rebaja del petróleo dieron como resultado la disminución del superávit comercial, desde 95300 millones en 1988, hasta registrar alrededor de 60 000 millones de dólares en 1989, cuyo nivel estaba muy por debajo de 81 000 millones, cifra que previamente había estimado el Gobierno. Esta disminución del superávit comercial de Japón y la tendencia alcista generalizada de las monedas norteamericanas y alemanas por el cambio de relaciones Este- Oeste causaron la rebaja del yen entre la primavera de 1989 y la de 1990.
2. El alza del precio de los productos importados.
3. El recalentamiento de la economía con una elevada inflación.
4. El dramático aumento de los precios de las acciones y de los bienes inmuebles causado por la baja tasa de interés y el incremento de la oferta del crédito, lo cual posibilitó una especulación que conllevo a una burbuja económica no conveniente para la economía japonesa debido a que se invirtió muy poco en la esfera productiva provocando una inflación doble: escasez de productos y subida de los precios de las acciones y bienes inmuebles, lo que redundó en una devaluación del yen.
5. El deseo de evitar que el yen siguiera cayendo.
6. El prevenir el aumento de los precios del crudo que se esperaba como consecuencia de la guerra del Golfo Pérsico cuya crisis estalló en agosto de 1990. (Ver Cuadernos de Japón, ed. citada, p.32)
La economía japonesa en la década de los 90
Desde principio de 1990 la economía de burbuja comenzó a colapsar, con el acelerado desplome del precio de las acciones. Así, sumándose a la restricción financiera, el estallido de la guerra del Golfo y el retroceso de la economía, cayeron con fuerza los precios de los terrenos, de las obras de arte y de los metales preciosos. Esta caída fue la peor de la historia superando la caída registrada durante 1949 y 1950 cuando la economía japonesa estaba todavía afectada por los efectos de la Segunda Guerra Mundial. En consecuencia se paralizó la capacidad de financiamiento de las empresas mediante la bolsa de valores; además, algunos bancos y empresas entraron en un círculo vicioso en el cual se giraban alrededor del empeoramiento de la economía y la rebaja del precio de las acciones, lo que llevó a la economía a la crisis desde la segunda mitad de 1991.
El dólar que en abril de 1990 se cotizaba a 160 yenes, descendió hasta 124 yenes en octubre de ese mismo año. Este ajuste fue un reflejo del incremento de los tipos de interés en Japón, pero a juzgar por su ritmo y su trascendencia se sospecha que estuvo relacionado con la actitud política estadounidense.
En la primavera de 1990, el Gobierno norteamericano volvió a modificar su política de apoyo al dólar por miedo a que un yen excesivamente débil acelerara la caída de los precios de las acciones en Japón, lo cual originaría un crash que podía repercutir de manera negativa en los Estados Unidos.
Cuando el Secretario del Tesoro y el Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos se reunieron con los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Siete en mayo de 1990, declararon públicamente que no era deseable mantener el yen en un nivel bajo. En el verano varios políticos estadounidenses afirmaron que un dólar más barato podía ser el medio más apropiado para fomentar las exportaciones y, por tanto, reactivar la economía. Este punto de vista fue respaldado de inmediato por el Presidente de la Reserva Federal. No hay duda de que una vez mas se adoptó una política en torno al dólar que favorecía a los intereses de los Estados Unidos, pero en esta ocasión, el cambio se debió al miedo a que la economía nipona sufriera un colapso. El periodo de depresión económica en Japón puede dividirse en cuatro etapas:
La primera etapa se inicia a principios de 1990 con el reventón de la economía de burbuja simbolizada por la brusca caída del precio de la tierra, además por la disminución de la demanda de bienes raíces, de automóviles y de artículos de lujo, así como paralización de algunos centros turísticos.
La segunda etapa comienza en 1991 cuando los prestamos hipotecarios basados en el precio futuro de las acciones y terrenos que ofrecía el sistema financiero se paraliza, así, la capacidad de préstamos de los bancos se reduce, o sea, los bancos presentan dificultades financieras, contraídas por la enorme cantidad de préstamos irrecuperables.
También como las utilidades de las empresas comenzaron a reducirse se estancó el salario de los trabajadores y cayó consecutivamente la inversión de vivienda y el consumo personal.
La tercera etapa comienza con la entrada a la recesión propiamente dicha a comienzos de 1992, la inversión en plantas y equipos se redujo desde 1991.
La cuarta etapa comienza desde 1993 cuando se agravó la depresión por la continuación de la apreciación del yen, la aceleración de las importaciones desde el Asia y la inestabilidad política que retardaba la aplicación de medidas de reactivación. Con la depresión interna aumentaron rápidamente las importaciones de bienes y cayeron los precios mayoristas por segundo año consecutivo; debido a la mala situación de las ganancias de las empresas estas tuvieron que ajustarse aún más, lo cual obligó a la reestructuración del personal. Todo esto provoco la reducción de inversión en plantas y equipos. Ante esta situación, el gobierno decidió en abril de 1993 lanzar las “nuevas medidas económicas integrales” con un monto de 13,2 billones de yenes dirigido a inversiones públicas adicionales.
Asimismo, en octubre de ese año, se lanzó otro conjunto de medidas económicas de emergencia por un valor de 6 billones de yenes dirigidos a las empresas; en el mismo mes el Banco de Japón rebajó la tasa de descuento oficial por séptima vez consecutiva al 1,75%. En el gráfico 1 se reflejan todas las ínter vinculaciones y los efectos producidos por la política económica del Estado japonés --- bajo la presión de los Estados Unidos ---, lo cual ha conducido a la destrucción de varias características del modelo de desarrollo económico y social, desde la posguerra, hasta los años 80; a la disminución del empleo y del salario; al desmoronamiento de los precios; al deterioro de niveles altos de consumo y de inversión dentro del mercado interno y a la destrucción del nivel armónico de relaciones estables entre las grandes compañías y las pequeñas y medianas empresas.
Al mismo tiempo, se aprecia como la presión de los Estados Unidos no es efectiva para superar el superávit comercial de Japón. Solo logra hacer revaluar el yen y frente a esa situación Japón traslada el proceso productivo al exterior; destruye empleo y salario; trata de mantener las altas utilidades de las grandes compañías; reduce el consumo del pueblo; reduce la inversión interna; eleva las dificultades de la pequeñas y medianas empresas; incrementa las importaciones --- con el yen revaluado las importaciones son más baratas--- destruye los precios de los productos nacionales en la economía interna; provoca artificialmente la especulación y acelera la economía de burbuja que, en 1990 explotó provocando quiebras bancarias, hace también incobrables los créditos; hay grandes pérdida de capital por devaluación de acciones y de bienes inmobiliarios especulativos; hace reducir la producción; y hace excesivas las capacidades instaladas. En fin, hace patente que la regulación estatal capitalista no puede eliminar el ciclo capitalista ni los efectos de la globalización económica mundial que vincule en un todo la competencia capitalista internacional.
Gráfico 1
(Pulsar en el gráfico para ver ampliado)
Destrucción y reconstrucción de la estructura de negocios
La recesión pareció tocar fondo en el trimestre octubre diciembre del 1993. Las empresas japonesas se vieron obligadas a avanzar en la reasignación de recursos administrativos impulsando la reestructuración para reconstruir la estructura de negocios. Según el Informe Blanco de la Economía, el contenido de la reestructuración para 1993 se divide en tres partes:
1. En el corto plazo se plantea reducir los gastos, es decir, comprimir las inversiones en bienes y equipos, reducir los gastos de ventas.
2. En el largo plazo modificar el sistema de producción es decir, minimizar el desarrollo de los productos con los que se obtiene poca rentabilidad al venderse, avanzar en la diversificación administrativa, modificar el sistema de empleo japonés.
3. Tratar de evitar concentrarse sólo en las exportaciones y en la inversión directa en el exterior.
La emisión monetaria comenzó a ascender nuevamente del bajo nivel en que se encontraba. Por consiguiente, en 1993 los precios de las acciones se recuperaron de 16000 yenes a 20 100 yenes y el mercado de capitales comenzó a reactivarse.
El índice de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) subió durante el trimestre julio septiembre de 1994 en comparación con la cifra del mismo período del año anterior. En 1994 se podían observar algunos indicadores optimistas en la inversión en viviendas y en los pedidos de maquinarias, pero los precios mayoristas, la producción de la industria metalúrgica, las ventas de los supermercados y de automóviles nuevos y los préstamos bancarios no mostraban cambios, dando señales de estancamiento recesivo.
La inversión en instalaciones y equipos por parte del sector privado no se reactivó. El consumo personal se mantuvo a un nivel bajo. Además, desde 1994 se aceleró la alta cotización del yen frente al dólar, lo cual dio como resultado el aumento de importaciones, como consecuencia el balance de las exportaciones frente a las importaciones bajó. Ante estos hechos, inmediatamente después de haberse terminado la preparación del proyecto de presupuesto del año fiscal 1994 y con miras a la Reunión Cumbre Japón – Estados Unidos en febrero de 1994, el Gobierno decidió lanzar un conjunto de medidas económicas integrales por un monto de 15 000 millones de yen, incluida una reducción de impuestos por un valor de 6,2 billones de yenes.
Los gastos y créditos públicos fueron creciendo tanto en épocas de prosperidad como en periodos recesivos. El Estado prefirió no afrontar con una política fiscal restrictiva el problema de la deuda, para no agravar la recesión. Ello explica como el crecimiento de la deuda y del gasto público vino acompañado con la desaceleración del crecimiento económico.
Tabla 1
Años
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
%Deuda Pública / PIB
59,3
61,1
64,8
70,9
78,4
82,6
86,7
97,3
107,2
Fuente: OECD,1999
El Gobierno trató de manejar la situación, aprobó el segundo presupuesto complementario en febrero de 1994, propuso oficialmente medidas contra el alza del yen en abril de 1995 y tomó iniciativas en proyectos por un costo de 14 220 000 yenes, incluida la inversión pública de mayor envergadura de la historia.
Sin embargo, en dependencia del tipo de industria se observó gran lentitud en el ritmo de la recuperación, pues debido a la apreciación del yen y la deflación continuó el traslado de la producción de ultramar a países con costos más bajos, reduciendo la base industrial de Japón y generando problemas de empleo en algunas regiones por el retiro de plantas de producción, el llamado “vaciamiento industrial de Japón”. En especial, las industrias claves, como la automotriz, la de efectos electrodomésticos, la naviera, la siderúrgica, se vieron obligadas a emprender una transformación estructural por la recesión y el alza del yen. Desde otro punto de vista, las empresas que no decidieron trasladar la producción a ultramar y continuaron fabricando internamente tuvieron que enfrentar problemas, como: congelación de salarios, cierre de plantas, etcétera.
El alza del yen siguió su curso. En abril de 1995 marcó el record de 79,75 yenes/dólar. En la siguiente tabla se puede observar las bruscas oscilaciones del tipo de cambio yen / dólar que han venido desarrollándose en estos años.
Tabla 2
Años
Yen / Dólar
1985
263,65
1990
160,35
1995
79,75
2000
107,76
2001
121,53
2002
125,38
2003
119,0
Los empresarios japoneses se abstuvieron de promover nuevos proyectos de producción e inversión por la inseguridad que causaba esta alza del yen. A esto se suma la influencia nefasta que tuvo para la recesión el terremoto que sacudió el área suroeste de Japón el 16 de enero de 1995, el cual paralizó la red de transporte en la mencionada parte de la Isla nipona.
En cuanto a la venta en los grandes almacenes, el índice del consumo personal se puso al mismo nivel que el año anterior, a finales de 1995. La construcción de viviendas contó con 1500 000 obras nuevas, cantidad superior a la esperada; esto ayudó a sostener la evolución de la economía.
Durante 1995, la venta de computadoras personales fue alta y se incentivó la demanda de semiconductores y cristales líquidos para pantallas. También la demanda de papel para imprimir aumentó de manera súbita. En este campo hay inversiones con miras hacia futuros mercados.
El ánimo de los empresarios poco a poco se restablece. Las opiniones acerca de la situación coinciden en que al atravesar los dos peores momentos en noviembre de 1993 y febrero de 1994 comenzó lentamente a manifestarse la recuperación desde mediados de 1995.
La recuperación a partir de 1995 es lenta, pero si se considera que después de dos crisis petroleras la economía japonesa apuntaba como meta de crecimiento del 3% en términos reales, la cifra de un 3,6% en el trimestre octubre - diciembre de 1995 parece ideal. Teniendo en cuenta la necesidad del ahorro de recursos y los problemas del medio ambiente, el crecimiento durante la época de la burbuja fue anormal.
Hay que tomar la recesión que siguió a ese período expansivo como un proceso necesario para que la economía volviera a su órbita normal. A mediano plazo se pronostica una cifra de crecimiento entre el 2% y el 3%.
Según criterios de algunos especialistas japoneses, la recesión es positiva en algunas cuestiones, como las siguientes:
En primer lugar: Ha generado una situación favorable en la bolsa de trabajo ya que se le ha dado una mayor importancia a los trabajos que garantizan la producción bienes y servicios en el país Durante el periodo de la burbuja económica se padeció una terrible carestía de mano de obra, el problema no consistía en la carencia absoluta de trabajadores potenciales, si no que radicaba en que los jóvenes buscaban trabajos “interesantes” y rechazaban las ocupaciones difíciles.
En segundo lugar: Obliga a los empresarios a esforzarse mas en su gestión empresarial; naturalmente, es necesario impedir que se desarrolle una grave recesión que podría influir de modo muy negativo en le pueblo nipón, pero no se debe pasar por alto el hecho que durante el período de recesión las empresas se ven obligadas a realizar una gestión más prudente. En los últimos años han quebrado algunas grandes corporaciones. Las investigaciones sobre las principales quiebras ocurridas en el pasado relevaron que las empresas en cuestión habían relajado su administración y no pudieron evitar el hundimiento.
En tercer lugar: La recesión no está causando un gran impacto en la mayoría de los ciudadanos japoneses. Es cierto que los trabajados tienen ahora menos ingresos por horas extras y perciben salarios más bajos, pero, al mismo tiempo, la recesión disminuye los precios de los terrenos, de los productos de consumo y los costos de la construcción.
En consecuencia, no debe exagerarse la caída de los salarios. Si se examina desde la perspectiva de los gastos realizados por una persona a lo largo de su vida, el ahorro generado por los bajos precios compensara probablemente la pérdida temporal de ingresos. En efecto, el último boom pagó en oro a las compañías, pero en cobre a los individuos, fue precisamente el oro lo que infló las burbujas especulativas y devaluó el cobre recibido por los particulares. Seguramente, las familias aceptarán de manera gustosa que algunos de sus miembros no tengan que trabajar horas extras, aunque ganen menos regresan antes a la casa. A pesar de que no se han producido grandes cambios, no cabe duda que los trabajadores japoneses viven ahora de forma más digna.
En cuarto lugar: La recesión está golpeando más fuerte a las empresas que más se lo merecen. Da zarpazo no solo a las compañías que crearon la burbuja, sino también a aquellas compañías y profesionales que crecieron a expensas de las demandas corporativas, aprovechándose de los excesos especulativos a medida que se hinchaba la burbuja. Probablemente, la actual recesión no influirá en los salarios medios en Japón, pues en definitiva, no forma parte del reducido grupo de afortunados que gastaron millones de yenes en obras de arte, coches lujosos y otras formas de ostentación. Para este tipo de persona la explosión de la burbuja fue un golpe bajo; más, para el resto de los ciudadanos la vida sigue igual que antes. (Ver Cuadernos de Japón, no.2 Japón Echo. Inc, Tokio, 1993, p. 32, vol. V)
En realidad, la estructura que generó la burbuja económica permanece intacta e incluso experimentó un mayor crecimiento durante la recesión. El problema radica en que las empresas son ricas y los individuos son pobres. El poder de aprovisionamiento de las corporaciones ha aumentado hasta rozar los límites del dominio de las personas.
En el informe económico mensual de febrero de 1996, el gobierno anunció oficialmente la recuperación: “aunque es lenta, se observan síntomas de recuperación”. Así, después de medio año de silencio, manifestó sus expectativas. Anticipándose a este informe, el Banco de Japón declaró en enero de 1996: La economía comienza a reestablecerse”. Los economistas en general también lo aseguraron, pues la tasa de crecimiento señaló un aumento de un 3,6% en el trimestre octubre-diciembre de 1995; esta cifra, comparada con el trimestre anterior, alcanzó un nivel que no se había logrado durante cuatro años y nueve meses. Nadie pone en duda la recuperación.
Capacidad del Estado Japonés para administrar los costos de transformación estructural del país.
La economía japonesa ha atravesado hasta ahora por períodos de grandes dificultades, en los años 70 hubo dos crisis del petróleo y desde septiembre de 1985 comenzó el penoso período del alza del yen. Sin embargo, ante cada situación han ocurrido cambios en la constitución de la economía; la economía japonesa se distingue por su capacidad de adaptación ante las adversidades. Esa capacidad de adaptación se debe a los factores siguientes:
1. La productividad del trabajo es elevada.
2. Los salarios cambian en correspondencia con la situación económica. Como resultado se ha mantenido la práctica tradicional de tipo japonés de empleo, impidiendo que aumente el desempleo más allá de cierto límite.
3. Ante las señales del mercado las empresas buscan transformar su política administrativa decididamente.
Sin embargo, ahora está en cuestionamiento la capacidad de adaptación de la economía japonesa a las nuevas circunstancias. Los elementos del tradicional sistema administrativo japonés, como empleo vitalicio, ascensos por tiempo de servicio y armonía laboral, se encuentran en un punto de transformación. Las empresas están modificando el tradicional sistema de administración japonés: los empleados de las divisiones indirectas están sometidos al proceso de racionalización, los negocios en general se están simplificando, el sistema de salarios por antigüedad está siendo examinado, en otras palabras, se está efectuando la reestructuración.
A partir de la crisis, las grandes empresas se vieron obligadas a reducir su personal. Para esto, dentro de lo posible, mandaron a los empleados “menos indispensables” a trabajar en algunas de sus empresas afiliadas. Las compañías afiliadas, por su parte, psicológicamente forzadas a aceptar “las ofertas” de las compañías, matrices, tuvieron, a su vez, que reducir su personal y la técnica empleada fue despedir a los trabajadores de modo temporal y hacer un llamado a quienes de manera voluntaria querían retirarse. Esta tendencia afectó también a la industria informativa.
Como consecuencia directa de los problemas financieros de las instituciones bancarias, las empresas de software, las cuales crecieron enormemente durante los años 80, tuvieron que ir reduciendo su número de empleados.
La reducción de personal significa que las empresas están preocupadas por el exceso de empleados. Este fenómeno se hizo sentir a partir de los primeros años de la década de los 90. Si tomamos en cuenta que hasta entonces su única preocupación había sido la falta de mano de obra, la nueva situación les resulta aún más desafortunada a las actuales generaciones de jóvenes (los llamados baby boomer de los años 70). Se pronostica que a partir de ahora hasta los primeros años del siglo XXI, surgirá de nuevo un periodo de falta de mano de obra debido al envejecimiento de la población.
Eso conlleva, naturalmente, a una disminución del crecimiento de la economía japonesa. Por lo menos así contemplan la situación futura el Gobierno japonés y los círculos económicos. Sin embargo, las industrias manufactureras y las empresas a gran escala no parecen captar esta idea, pues siguen temiendo de manera sistemática el aumento del personal laboral.
Al estallar la burbuja, el estado ideal de empleo desapareció, bajó la tasa de demanda personal y subió el desempleo. La primera alcanzó en septiembre de 1995 una cifra de 0,6 puntos y la del desempleo a finales de este año marcó 3,4%. En la industria manufacturera las empresas promovieron rápidamente la racionalización como la llamada “reestructuración“ la cual consistía en reducir la cantidad de trabajadores internos en la sección de producción y disminuir el personal de las secciones intermedias, mientras se aceleraba el traslado de las fábricas al exterior para contrarrestar la súbita alza del yen frente al dólar. Al mismo tiempo, se demostró que las industrias de información y comunicación y la de alta tecnología, las cuales parecían ser prometedoras en cuanto al empleo, no tenían tanta fuerza.
Como manifiesta las reglas generales de la economía, la “recuperación del empleo se demora más que la de economía de recesión”; los indicadores de empleo seguían bajos, mientras los de la producción comenzaban a dar señales de recuperación. Por otra parte, las empresas empezaban a cambiar el sistema de empleo, reduciendo la cantidad de trabajadores que laboraban a tiempo completo y supliendo la necesidad derivada de esta disminución con trabajadores temporales y aquellos enviados por las agencias. Esta nueva tendencia empieza a arraigar con mucha firmeza. Sobre todo en 1995 y 1996 se evidenció la dificultad que tenían los recién graduados para encontrar trabajos, lo cual puso de manifiesto el desempleo de los jóvenes. Esa dura situación podría mitigarse si se consolida la recuperación de la economía, pero la realidad es que hay empresas que, al modificar la forma convencional de impedir a los recién graduados y de contratar a los aspirantes que han renunciado al otro trabajo acentúan al índice de desempleo por lo que esta situación seguirá afectando a la economía nipona.
Las empresas hoy en día están pasando visiblemente del antiguo sistema a un nuevo sistema que remunera de manera más decisiva la calidad del trabajo y el talento. Últimamente cada vez mas las empresas fijan los salarios de acuerdo con la capacidad de los empleados. Esta tendencia empezó a surgir a mediados de los años 80, cuando la primera generación de los baby boomer comenzó a desempeñar un cargo directivo y se enfrento a una sociedad saturada de personas no tan jóvenes que normalmente hubieran tenido derecho a un puesto directivo de cierto valor. En los años 80, con el surgimiento de la economía, muchas empresas aumentaron los puestos de cargo directivo, aunque no tardaron, con la crisis, en volver a reestructurar la organización.
Ante la recesión en los años 90 en el sector productivo se lograron: reducir los costos y mejorar la productividad. Sin embargo, en el sector administrativo esto no marchó bien, por lo que las empresas se están esforzando en reexaminar la organización y siguen incitando a su personal a retirarse temprano o a trasladarse a otra compañía afiladas. La introducción de numerosas computadoras en la compañía ocasionó un desequilibrio laboral, ya que muchas personas pasaron a ser “inútiles”. De hecho hay “pardos dentro de las empresas”. Estos alcanzan la cifra de un millón o un millón y medio, según cálculos no gubernamentales. La mayoría de ellos son oficinistas. Se pueden considerar que este fenómeno es característico del problema actual del sistema laboral, pues antes no eran tantos los oficinistas, sino, los obreros los que sufrían con los cambios.
Según el Informe Blanco sobre la situación laboral, elaborado en 1994 por la Dirección de Productividad Económica y Bienestar Social, las razones por las cuales surgió el problema del exceso de personal en las oficinas era:
1. Derrumbe del mito de crecimiento: Con la prosperidad de la economía de burbuja en la segunda mitad de los años 80, grandes empresa contrataban más de mil nuevos empleados recién graduados cada año y, los empleados de oficina aumentaron. Pero, debido al derrumbe del mito del crecimiento económico permanente, las empresas tuvieron que enfrentar el exceso de personal.
2- Avance de las tecnologías de comunicación e información: Con el uso masivo de computadoras personales, procesadores de palabras y otros equipos de oficinas se hizo posible el procesamiento de mayores volúmenes de trabajo en menor tiempo, lo cual evidenció el exceso de personal.
3- Internacionalización: Con la internacionalización de las empresas, es decir, con la aceleración del traslado de las empresas al exterior, las oportunidades de empleo en el país se redujeron no solo para los obreros, sino también para los empleados de oficina. Según los cálculos, cada vez que el yen se aprecia en 20% unos 150 000 empleados de oficina se vuelven innecesarios.
4- Aumento en la sociedad de personas en la tercera edad: Con el aumento de la llamada “población de la tercera edad”, surgieron, por un lado casos cuyo tiempo de trabajo se extendió mas allá de la edad de jubilación, pero, por otro lado, las empresas buscaban aumentar el número de nuevos empleados para ahorrar salario por antigüedad.
5- Presencia de más mujeres en el mercado de trabajo: Con la ley de igualdad de oportunidades para ambos sexos en el mercado laboral de 1986 aumentó el número de mujeres disponible a trabajar, lo cual trajo como consecuencia un exceso de empleados en las oficinas.
6- Modificación en la forma de pensar de los empleados: Hubo un cambio en la mentalidad de los jóvenes. Se redujo rápidamente el número de empleados que deseaban trabajar en una misma empresa hasta el momento de su jubilación; cambiar de empleo se convirtió en una cuestión lógica.
En el gráfico 2 se refleja la fluctuación del desempleo desde 1995; se observa un alto índice en 2003.
Gráfico 2
1985-1994: 2,5%
1995-2004: 4,5%
Fuente: Statistical Appendix 2002, Pág.175
El empleo vitalicio y los aumentos de los salarios por tiempo de servicio constituyeron dos pilares que desempeñaron un papel muy importante en el desarrollo de la economía japonesa – aunque esta apreciación se está modificando para las empresas-, pues el mantenimiento del personal estable en las empresas ha permitido economizar costos, por ejemplo, de reclutamiento. Además, la empresa podía invertir en la educación y formación de estos empleados y con ello lograr un apego y fidelidad aún mayor a la empresa.
Sin embargo, la política de empleo vitalicio tuvo también sus defectos. Los jóvenes empleados que las empresas contrataron durante la era del crecimiento acelerado, ahora tienen una edad media o avanzada aumentando los problemas debido al incremento de los salarios y la insuficiencia de puestos. Con la población de la tercera edad, por el sistema de empleo vitalicio, las empresas van a tener que continuar asumiendo la pesada carga de mantener los salarios.
La crisis asiática y su impacto en la economía japonesa
Según el economista japonés Kagami Mitsuhmo, la crisis de las monedas asiáticas es la consecuencia directa de una combinación de factores.
El primer factor desencadenante de esta crisis fue el gigantesco déficit de la cuenta corriente, el cual en 1996 alcanzó el 8,2% del PNB de Tailandia. Este déficit ejerció fuertes presiones a la sobre valorada moneda de ese país.
El segundo factor fue la relación existente entre un yen débil y el fuerte baht (moneda tailandesa) que incrementó las importaciones de bienes japoneses cuya partida representa casi un tercio de las importaciones totales de Tailandia. Así, pues, la fortaleza del baht es la causa del aumento de su déficit comercial.
Un tercer factor se produjo con el incremento de la progresiva afluencia de capital extranjero a corto plazo. Tailandia ha absorbido grandes movimientos de fondos extranjeros a mediano y largo plazos, probablemente esta afluencia ha sido demasiado elevada.
Las masivas inyecciones de capital extranjero han dado beneficios, han compensado el déficit por cuenta corriente y han aumentado las reservas de divisas.
Pero, al mismo tiempo, han impulsado las presiones inflacionarias debido a la afluencia de dinero. Una parte de los fondos fue a parar al sector inmobiliario y a sectores especulativos donde se crearon burbujas económicas parecidas a las de Japón de finales de década de los 80. En los últimos tiempos, los especuladores han utilizado de forma exagerada los mercados financieros del país para obtener beneficios a corto plazo. Para sintetizar, la crisis de Tailandia se debió a las burbujas especulativas provocadas por las grandes afluencias de fondos del sector privado a sectores, como el inmobiliario. La crisis tailandesa muy similar al estallido de las burbujas especulativas de Japón, puede considerarse una quiebra del mercado ocasionada por el desorden de una moral peligrosa, o más concretamente, por la descomposición de las normas éticas ante la perspectiva de obtener ganancias con facilidad.
Asia Oriental trata de impulsar sus exportaciones para emerger de la crisis económica, agobiada por la caída de sus monedas y del consumo interno. Más, a pesar de la mayoría de los pronósticos, esas economías han logrado recuperarse.
La teoría económica convencional señala que, a pesar de todos sus problemas, Asia Oriental deberá estar exportando mucho más que antes, pues las devaluaciones aumentaron su competitividad en el mercado mundial. En la mayoría de los países de Asia Oriental las exportaciones crecen de forma moderada, mientras se reducen los déficit de cuenta corriente debido a la caída de las importaciones, ahora demasiado caras para el bolsillo del consumidor de la región.
Las cuentas de Tailandia e Indonesia, al igual que las de Corea del Sur, cuyo superávit comercial de enero de 1998 fue de 1 600 millones de dólares, no son resultado de un aumento en las exportaciones, sino de la caída de casi el 40% de las importaciones. Las importaciones de Corea del Sur de petróleo, materias primas, bienes de capital y de consumo caen de picada.
Los exportadores tailandeses no se beneficiarán en todo con la depreciación de la moneda, pues varios países importadores tienen menos poder de compra debido al lento crecimiento de la economía. Los principales importadores de bienes tailandeses son, por lo general, sus socios de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Japón y China, los cuales disminuyeron sus compras en 1997.
Indonesia es otro país con una fuerte dependencia de las importaciones de otras economías de la región, como la ASEAN, Japón y Corea del Sur.
Las empresas japonesas hicieron grandes inversiones en el Este Asiático, con la base del fuerte yen después del Acuerdo Plaza en septiembre de 1985, pero éstas también han descendido desde aproximadamente 1990. Las inversiones japonesas en las economías asiáticas de reciente industrialización alcanzaron su punto máximo en 1989 y en los países de la ASEAN, en 1990.
La tendencia probablemente refleja el hecho de que las empresas niponas han tenido menos capital disponible para las inversiones en el extranjero como consecuencia de la larga recesión.
En la segunda mitad de los años 80, la expansión a gran escala de las empresas niponas en el Este Asiático produjo un tremendo impulso en el crecimiento económico de la región y, por tanto, se predecía que el descenso de las inversiones japonesas que empezó en 1990 tendría un efecto negativo en el crecimiento del Este Asiático.
En comparación con el resto del mundo, estos países presentan unas fuertes políticas macroeconómicas, poseen también una fuerte política en la educación, unos altos tipos de ahorro nacionales y una relativa estabilidad política.
Las estrellas del crecimiento económico del Este y Oeste Asiático se han visto obligadas a revisar sus estrategias de industrialización que dependen del fondo extranjero. Parte de los 70 millones de dólares de los fondos absorbidos a fines de 1996 el 53%, según el Banco de Pagos Internacionales correspondió a créditos de instituciones japonesas. De ahí que sea natural que Japón ejerza el liderazgo en la salida de la crisis monetaria.
Para contribuir al desarrollo sostenible de los países del Este y Sudeste Asiático y desarrollar los lazos de convivencia, Japón tendría que liberalizar su mercado protegido y aumentar las importaciones de la región, como hicieron los Estados Unidos con México mediante el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Hay muchas cosas que Japón puede hacer además de inyectar dinero como medida de emergencia, para fortalecer la estructura industrial de Asia a largo plazo.
La experiencia nipona en cuanto a política a seguir con las pequeñas y medianas empresas puede servir también de modelo para la industria de componentes de otros países. La producción de piezas tiende a convertirse en el principal objetivo de las pequeñas empresas en todo el mundo. La experiencia de Japón en política industrial es un modelo de desarrollo práctico para los países que quieran financiar empresas pequeñas.
Otros elementos característicos al modelo japonés, como la identificación del personal con el destino de la empresa, la lealtad y el proceso de toma de decisiones desde abajo, son la base de la gestión nipona y de la producción de tecnología; tal vez no puedan aplicarse fácilmente en los países del Sudeste Asiático que suelen practicar una gestión desde arriba hacia abajo y buscar el interés personal. A pesar de esto, una gestión parecida a la japonesa no es del todo imposible.
Japón fue criticado en los inicios de las crisis por los analistas, autoridades de Estados Unidos y del FMI, porque consideraban que la actuación de Japón era insuficiente. La opinión pública era que Japón debía contribuir con todo su potencial a revertir la actual situación financiera de la región y jugar el papel que le toca como primera potencia regional.
Sin embargo con el de cursar del tiempo las contribuciones japonesas a los países del área involucrados en la crisis, silenció las criticas recibidas en los inicios. Ejemplos de esto tenemos las llamadas “Tres iniciativas de Hashimoto”, que se dieron a conocer el 16 de Diciembre de 1997 por el Primer Ministro Ryutaro Hashimoto.
Los objetivos fundamentales de estas tres iniciativas eran los siguientes:
• La cooperación debe encaminarse hacia el logro de la estabilidad monetaria y financiera.
• Apoyar la reforma económica estructural en los países de la ASEAN con el objetivo de lograr un desarrollo estable y sustentable.
• Estrechar el dialogo y el intercambio entre Japón y la ASEAN.
• Desarrollar esfuerzos conjuntos para enfrentar los retos de la comunidad internacional.
Posteriormente los ministros de Finanzas y gobernadores de las naciones más industrializadas del planeta se reunieron en febrero de 1998 en la capital británica con el objetivo de analizar la situación en el Lejano Oriente, así como presionar a Japón a abrir sus mercados para acelerar la eliminación de la crisis asiática.
La situación de crisis y las exigencias actuales de los países de la región propiciaron la creación de nuevos paquetes de ayuda para estabilizar la zona. A principios de octubre, el ministro de finanzas Kichi Miyazawa presentó en la reunión del Grupo de los 7 y los representantes de naciones asiáticas celebrada en Washington, el nuevo plan de ayuda para Asia. Japón anunció un paquete de 30 mil millones de dólares para rescatar el sistema bancario en esto países y contribuir a la estabilización regional conocido como la “Nueva Iniciativa Miyazawa” (Plan Miyazawa) el cual fue recibido con beneplácito por todos los países de la ASEAN.
Los 30 mil millones contemplados en el Plan serán destinados a ayudar a los países asiáticos con problemas (Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea del Sur y Tailandia)
La incertidumbre, provocada por el colapso de entidades financieras y la crisis en otros países de Asia, retrasa las inversiones de las empresas niponas en equipos y plantas de producción y frena el consumo de los ciudadanos.
Del total de créditos concebidos en Asia, alrededor de 18 000 millones de dólares corresponden a China y 240 000 millones de dólares están repartidos entre países, Tailandia y Hong Kong. Los créditos que Japón ha concedido a países en toda Asia, cuyo monto alcanza 258 000 millones de dólares, serán de difícil recuperación y agravarán la situación de la economía de este país.
Para resumir podemos describir el doble efecto de la crisis:
La crisis asiática tiene diferentes afectaciones en la economía japonesa:
Entre las más importantes podemos mencionar:
* Japón posee el 40% del comercio y el 30% de sus inversiones con el ASIA
* Los países de la región son los mayores abastecedores de materia prima hacia Japón: petróleo, gas natural, caucho natural, madera, níquel, que son fundamentales para el desarrollo de la economía nipona.
* La incertidumbre, provocada por la crisis en otros países de Asia y el colapso de entidades financieras, retrasa las inversiones de las empresas niponas en equipos y plantas de producción y frena el consumo de los ciudadanos japoneses.
* Del total de créditos concedidos en Asia, alrededor de 18 000 millones de dólares corresponden a China y 240 000 millones de dólares están repartidos entre países, Tailandia y Hong Kong. Los créditos que Japón ha concedido a países en toda Asia, cuyo monto alcanza 258 000 millones de dólares, serán de difícil recuperación y agravarán la situación de la economía de este país.
La crisis económica de Japón tiene diferentes afectaciones en los países del Asia:
Entre los más importantes podemos mencionar:
* Japón posee el 40% del comercio y el 30% de sus inversiones con el ASIA
* El principal país importador de la ASEAN es Japón, incrementándose anualmente, sobrepasando el 12% del valor de las importaciones.
* Japón es la segunda potencia económica mundial y la primera regional.
* Japón es el donante número uno de la Ayuda Oficial para el Desarrollo de todos los países de la Región.
Conclusiones
Los procesos especulativos que aceleraron la economía de burbuja en Japón demuestran que ningún modelo de desarrollo capitalista queda exento de los peligros del movimiento del capital ficticio que potencian siempre la búsqueda de la ganancia fácil y rápida por encima del camino estratégico y seguro de la competencia tecnológica.
Un país que produce más y mejor debido a un aumento de su productividad fortalece en tendencia su moneda. Cuando Japón aumenta el grado de explotación de su clase obrera y tiene que renunciar o limitar algunas de sus “ joyas” en la organización empresarial y la política de bienestar, contrarresta con ello la presión de los Estados Unidos y hace soportar a su propio pueblo los embates de la competencia internacional sin renunciar a las grandes utilidades de sus inmensos zaibatsus.
Se aprecia como la presión de los Estados Unidos no es efectiva para superar el superávit comercial de Japón. Solo logra hacer revaluar el yen y frente a esa situación Japón traslada el proceso productivo al exterior; destruye empleo y salario; trata de mantener las altas utilidades de las grandes compañías; reduce el consumo del pueblo; reduce la inversión interna; eleva las dificultades de la pequeñas y medianas empresas; incrementa las importaciones --- con el yen revaluado las importaciones son más baratas--- destruye los precios de los productos nacionales en la economía interna; provoca artificialmente la especulación y acelera la economía de burbuja que, en 1990 explotó provocando quiebras bancarias, hace también incobrables los créditos; hay grandes pérdida de capital por devaluación de acciones y de bienes inmobiliarios especulativos; hace reducir la producción; y hace excesivas las capacidades instaladas. En fin, hace patente que la regulación estatal capitalista no puede eliminar el ciclo capitalista ni los efectos de la globalización económica mundial que vincule en un todo la competencia capitalista internacional.
Bibliografía consultada
· Jiménez Lapetra, Rubén, “El yen y el euro se deprecian con fuerza frente al dólar ante la intervención de Japón”, Expansión.com, 10/12/03, Internet.
· Kakuchi, Suvendrini. 2003. InterPress Service, 26/08/03. ( Tomado de Internet)
· Kennedy, Paúl: “Auge y Caída de las Grandes Potencias,” Plaza & james, Barcelona, 1991.
· Maddison Angus, “La Economía Mundial, 1820-1992. Análisis y Estadísticas,” perspectivas OCDE, PARÍS, 1997.
· Marx Karl: “El capital”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973.
· Marchini, Genevieve, “Reforma y crisis del sistema financiero japonés: Enseñanzas para México”, Revista de Comercio Exterior, Vol.48, núm.2, febrero de 1998.
· Masaaki, Inai: Kaizen. “La clave de la ventaja competitiva japonesa”, Compañía Editorial Continental, S. A. De C. V., Ciudad México, 1989.
La Burbuja Económica en Japón
Ernesché Rodríguez Asien (CV)
Universidad de la Habana, Cuba
rodriguezasien@yahoo.es
Los economistas llaman “economía de burbuja” al fenómeno especulativo que se produce cuando los precios de los bienes se disparan por encima de un nivel teóricamente justificable.
En la segunda mitad de la decaída de los 80 y especialmente desde finales de 1987, los precios de las acciones y del suelo se inflaron de manera acelerada, como si fuera una especie de burbuja gigantesca en la economía japonesa. Esta elevación de los precios trajo como resultado una especulación en lo mercados bursátiles e inmobiliario.
Esta especulación se debe en gran medida a las fluctuaciones de la tasa de interés, pues los bajos intereses significa, a su vez que los precios de los activos son altos. Ambos casos están relacionados: una caída de los tipos de interés a largo plazo incrementa las previsibles ganancias de los activos.
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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Rodríguez Asien, E. : “La Burbuja Económica en Japón" en Contribuciones a la Economía, febrero 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
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Otro factor importante para la formación de la burbuja fue un exceso de créditos. Esto fue lo que ocurrió realmente a finales de los años 80. Entre 1987 y 1989 la cantidad de circulante monetario experimento un aumento medio del 10,8% anual y superó el crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) nominal en una medida de 4,5 puntos.
Esta liquidez monetaria estaba también por encima del incremento del PNB nominal entre 1980 y 1986, pero solo en una media de 2,4 puntos anuales. Un crecimiento excesivo de liquidez sirve para realizar transacciones de activos, o en otras palabras, para inflar la burbuja especulativa. En efecto, las estadísticas sobre los créditos facilitados por las instituciones financieras a finales de los años 80 indican que la mayor parte de la demanda marginal de fondos durante ese periodo iba destinada a la adquisición de activos. Esta claro que el exceso de créditos hizo posible la formación de la burbuja.
Un dato curioso es que los tipos de interés no cambiaron esencialmente entre finales de 1987 y 1989, pero los precios de las acciones y de los bienes raíces experimentaron alzas. Esto explica la decisión de las personas de aprovechar un exceso de crédito, con una tasa interés baja para invertir en activos, con la ilusión colectiva de que el costo de los activos que ya han experimentado un aumento seguirá revalorizándose, trayendo como consecuencia una especulación, a esto se le llama “mito de los precios progresivos”.
Entre 1985 y 1990 la desregulación financiera que acompañó a la emisión financiera monetaria total que creció en promedio 10% anual provocó, desde el segundo semestre de 1988, un excesivo auge especulativo que desembocó en la compra de terrenos, acciones, pinturas y artículos de lujo.
El Gobierno japonés con la finalidad de responder a la recesión originada por la fuerte apreciación del yen que siguió al Acuerdo Plaza y también para suavizar una ulterior presión sobre el yen tomó la decisión de tomar intereses bajos, por lo tanto el tipo de descuento oficial bajó de un 5% a un 2,5%, como medida de relajamiento monetario.
En la primavera de 1987, el Gobierno había anunciado un paquete de medidas para cebar la bomba con 6 billones de yenes. En el verano de ese mismo año, el Banco de Japón se dispuso a aplicar una política restrictiva mediante un aumento del 2,5% del tipo de descuento.
Los Estados Unidos ya se estaba “apretando el cinturón” desde comienzos de 1987 y en septiembre, cuando Alan Greenspan sucedió en la presidencia de la Reserva Federal a Paul Volcker, el tipo de descuento subió un punto. El banco de Japón parecía que iba a seguir el mismo ejemplo de octubre.
Pero, la verdad es que un golpe de mala suerte en octubre de 1987 les obligo a activar la política crediticia motivada por el trascendental “Lunes Negro” el 19 de octubre, cuando el crash de la bolsa estadounidense arrastró a las de Tokio, Singapur, Londres, Francfurt, entre otras. Para superar la crisis las autoridades estadounidenses inyectaron rápidamente dinero al sistema, bajaron el tipo de interés y pidieron a los países más ricos que siguieran su ejemplo con el objetivo de ayudar a la fortaleza del dólar.
La caída del dólar tras el Acuerdo Plaza mejoró rápidamente la balanza de pagos estadounidense en 1988. Sin embargo, en contrapartida, la debilidad del dólar ánimo a los japoneses a lanzarse a comprar propiedades en los Estados Unidos. El inflado precio de los activos japoneses en el contexto de un yen fuerte hizo que bajara el índice de ganancias de tales activos. Y con la moneda al alza, los activos extranjeros que ofrecían un alto índice de beneficios se presentaron como una auténtica ganga.
La consecuencia de todo ello fue que los japoneses realizaron grandes adquisiciones de activos en el extranjero. Los inversionistas nipones recurrieron a sus activos inflados para adquirir de forma alocada inmuebles y empresas norteamericanas.
La sensación de que Japón estaba comprando a los Estados Unidos provocó una corriente nacionalista que pudo muy bien precipitar la adopción de medidas para apoyar e dólar. Conviene señalar que la moneda norteamericana comenzó a subir cuando George Bush fue elegido presidente. Después de su investidura la administración estadounidense se mostró partidaria de un dólar más fuerte.
La Reserva Federal para contrarrestar la política financiera japonesa que compraba propiedades norteamericanas a precios muy bajos volvió a aplicar una política restrictiva en marzo de 1988, iniciando una política destinada a fortalecer el dólar. Existían dos factores que ayudaron a la subida el dólar:
1. Las perspectivas de un recorte en los gastos de defensa basado en la mejora de las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
2. El progreso en las negociaciones entre la administración y el Congreso sobre el recorte del déficit federal y la mejoría en la balanza comercial de los Estados Unidos.
Esta alza del dólar originó cambios decisivos en los mercados financieros japoneses. El Banco de Japón, por el contrario no tomó medidas hasta mayo de 1989. Su forma de proceder se basaba en la idea de que Japón servia de “ancla” en la economía mundial se pensaba que, como país, disponía de un enorme superávit en su cuenta corriente y actuaba como proveedor de capital al resto del mundo, no podía subir sus tipos de interés sin causar serias dificultades a un país como los Estados Unidos que sufrían un déficit en su cuenta corriente y dependían de la afluencia de capital nipón.
Existía el terror de que la restricción de dinero mediante la reducción de la afluencia pudiera provocar otro “Lunes Negro”. Este miedo contuvo a Japón, cuyo Gobierno permitió la expansión del crédito que actuó como fuerza motriz en la formación de la burbuja.
Hay que observar aquí el grado de globalización e interdependencia de la economía mundial, lo cual a obligado a Japón a aplicar una política basada sobre todo en consideraciones externas, mas concretamente en su preocupación por la situación de la economía estadounidense.
Pero, en mayo de 1989 el Banco de Japón subió finalmente el tipo de interés por cuatro veces consecutivas durante ese período, por lo cual la tasa de interés alcanzó de nuevo el nivel de septiembre de 1985 cuando se celebro el Acuerdo Plaza, terminando la época de la tasa de interés baja y el yen alto.
Las condiciones para las restricciones monetarias eran más que suficiente:
1. La alta cotización del yen que aceleró su ritmo a partir de 1985 y a la consiguiente rebaja del petróleo dieron como resultado la disminución del superávit comercial, desde 95300 millones en 1988, hasta registrar alrededor de 60 000 millones de dólares en 1989, cuyo nivel estaba muy por debajo de 81 000 millones, cifra que previamente había estimado el Gobierno. Esta disminución del superávit comercial de Japón y la tendencia alcista generalizada de las monedas norteamericanas y alemanas por el cambio de relaciones Este- Oeste causaron la rebaja del yen entre la primavera de 1989 y la de 1990.
2. El alza del precio de los productos importados.
3. El recalentamiento de la economía con una elevada inflación.
4. El dramático aumento de los precios de las acciones y de los bienes inmuebles causado por la baja tasa de interés y el incremento de la oferta del crédito, lo cual posibilitó una especulación que conllevo a una burbuja económica no conveniente para la economía japonesa debido a que se invirtió muy poco en la esfera productiva provocando una inflación doble: escasez de productos y subida de los precios de las acciones y bienes inmuebles, lo que redundó en una devaluación del yen.
5. El deseo de evitar que el yen siguiera cayendo.
6. El prevenir el aumento de los precios del crudo que se esperaba como consecuencia de la guerra del Golfo Pérsico cuya crisis estalló en agosto de 1990. (Ver Cuadernos de Japón, ed. citada, p.32)
La economía japonesa en la década de los 90
Desde principio de 1990 la economía de burbuja comenzó a colapsar, con el acelerado desplome del precio de las acciones. Así, sumándose a la restricción financiera, el estallido de la guerra del Golfo y el retroceso de la economía, cayeron con fuerza los precios de los terrenos, de las obras de arte y de los metales preciosos. Esta caída fue la peor de la historia superando la caída registrada durante 1949 y 1950 cuando la economía japonesa estaba todavía afectada por los efectos de la Segunda Guerra Mundial. En consecuencia se paralizó la capacidad de financiamiento de las empresas mediante la bolsa de valores; además, algunos bancos y empresas entraron en un círculo vicioso en el cual se giraban alrededor del empeoramiento de la economía y la rebaja del precio de las acciones, lo que llevó a la economía a la crisis desde la segunda mitad de 1991.
El dólar que en abril de 1990 se cotizaba a 160 yenes, descendió hasta 124 yenes en octubre de ese mismo año. Este ajuste fue un reflejo del incremento de los tipos de interés en Japón, pero a juzgar por su ritmo y su trascendencia se sospecha que estuvo relacionado con la actitud política estadounidense.
En la primavera de 1990, el Gobierno norteamericano volvió a modificar su política de apoyo al dólar por miedo a que un yen excesivamente débil acelerara la caída de los precios de las acciones en Japón, lo cual originaría un crash que podía repercutir de manera negativa en los Estados Unidos.
Cuando el Secretario del Tesoro y el Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos se reunieron con los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Siete en mayo de 1990, declararon públicamente que no era deseable mantener el yen en un nivel bajo. En el verano varios políticos estadounidenses afirmaron que un dólar más barato podía ser el medio más apropiado para fomentar las exportaciones y, por tanto, reactivar la economía. Este punto de vista fue respaldado de inmediato por el Presidente de la Reserva Federal. No hay duda de que una vez mas se adoptó una política en torno al dólar que favorecía a los intereses de los Estados Unidos, pero en esta ocasión, el cambio se debió al miedo a que la economía nipona sufriera un colapso. El periodo de depresión económica en Japón puede dividirse en cuatro etapas:
La primera etapa se inicia a principios de 1990 con el reventón de la economía de burbuja simbolizada por la brusca caída del precio de la tierra, además por la disminución de la demanda de bienes raíces, de automóviles y de artículos de lujo, así como paralización de algunos centros turísticos.
La segunda etapa comienza en 1991 cuando los prestamos hipotecarios basados en el precio futuro de las acciones y terrenos que ofrecía el sistema financiero se paraliza, así, la capacidad de préstamos de los bancos se reduce, o sea, los bancos presentan dificultades financieras, contraídas por la enorme cantidad de préstamos irrecuperables.
También como las utilidades de las empresas comenzaron a reducirse se estancó el salario de los trabajadores y cayó consecutivamente la inversión de vivienda y el consumo personal.
La tercera etapa comienza con la entrada a la recesión propiamente dicha a comienzos de 1992, la inversión en plantas y equipos se redujo desde 1991.
La cuarta etapa comienza desde 1993 cuando se agravó la depresión por la continuación de la apreciación del yen, la aceleración de las importaciones desde el Asia y la inestabilidad política que retardaba la aplicación de medidas de reactivación. Con la depresión interna aumentaron rápidamente las importaciones de bienes y cayeron los precios mayoristas por segundo año consecutivo; debido a la mala situación de las ganancias de las empresas estas tuvieron que ajustarse aún más, lo cual obligó a la reestructuración del personal. Todo esto provoco la reducción de inversión en plantas y equipos. Ante esta situación, el gobierno decidió en abril de 1993 lanzar las “nuevas medidas económicas integrales” con un monto de 13,2 billones de yenes dirigido a inversiones públicas adicionales.
Asimismo, en octubre de ese año, se lanzó otro conjunto de medidas económicas de emergencia por un valor de 6 billones de yenes dirigidos a las empresas; en el mismo mes el Banco de Japón rebajó la tasa de descuento oficial por séptima vez consecutiva al 1,75%. En el gráfico 1 se reflejan todas las ínter vinculaciones y los efectos producidos por la política económica del Estado japonés --- bajo la presión de los Estados Unidos ---, lo cual ha conducido a la destrucción de varias características del modelo de desarrollo económico y social, desde la posguerra, hasta los años 80; a la disminución del empleo y del salario; al desmoronamiento de los precios; al deterioro de niveles altos de consumo y de inversión dentro del mercado interno y a la destrucción del nivel armónico de relaciones estables entre las grandes compañías y las pequeñas y medianas empresas.
Al mismo tiempo, se aprecia como la presión de los Estados Unidos no es efectiva para superar el superávit comercial de Japón. Solo logra hacer revaluar el yen y frente a esa situación Japón traslada el proceso productivo al exterior; destruye empleo y salario; trata de mantener las altas utilidades de las grandes compañías; reduce el consumo del pueblo; reduce la inversión interna; eleva las dificultades de la pequeñas y medianas empresas; incrementa las importaciones --- con el yen revaluado las importaciones son más baratas--- destruye los precios de los productos nacionales en la economía interna; provoca artificialmente la especulación y acelera la economía de burbuja que, en 1990 explotó provocando quiebras bancarias, hace también incobrables los créditos; hay grandes pérdida de capital por devaluación de acciones y de bienes inmobiliarios especulativos; hace reducir la producción; y hace excesivas las capacidades instaladas. En fin, hace patente que la regulación estatal capitalista no puede eliminar el ciclo capitalista ni los efectos de la globalización económica mundial que vincule en un todo la competencia capitalista internacional.
Gráfico 1
(Pulsar en el gráfico para ver ampliado)
Destrucción y reconstrucción de la estructura de negocios
La recesión pareció tocar fondo en el trimestre octubre diciembre del 1993. Las empresas japonesas se vieron obligadas a avanzar en la reasignación de recursos administrativos impulsando la reestructuración para reconstruir la estructura de negocios. Según el Informe Blanco de la Economía, el contenido de la reestructuración para 1993 se divide en tres partes:
1. En el corto plazo se plantea reducir los gastos, es decir, comprimir las inversiones en bienes y equipos, reducir los gastos de ventas.
2. En el largo plazo modificar el sistema de producción es decir, minimizar el desarrollo de los productos con los que se obtiene poca rentabilidad al venderse, avanzar en la diversificación administrativa, modificar el sistema de empleo japonés.
3. Tratar de evitar concentrarse sólo en las exportaciones y en la inversión directa en el exterior.
La emisión monetaria comenzó a ascender nuevamente del bajo nivel en que se encontraba. Por consiguiente, en 1993 los precios de las acciones se recuperaron de 16000 yenes a 20 100 yenes y el mercado de capitales comenzó a reactivarse.
El índice de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) subió durante el trimestre julio septiembre de 1994 en comparación con la cifra del mismo período del año anterior. En 1994 se podían observar algunos indicadores optimistas en la inversión en viviendas y en los pedidos de maquinarias, pero los precios mayoristas, la producción de la industria metalúrgica, las ventas de los supermercados y de automóviles nuevos y los préstamos bancarios no mostraban cambios, dando señales de estancamiento recesivo.
La inversión en instalaciones y equipos por parte del sector privado no se reactivó. El consumo personal se mantuvo a un nivel bajo. Además, desde 1994 se aceleró la alta cotización del yen frente al dólar, lo cual dio como resultado el aumento de importaciones, como consecuencia el balance de las exportaciones frente a las importaciones bajó. Ante estos hechos, inmediatamente después de haberse terminado la preparación del proyecto de presupuesto del año fiscal 1994 y con miras a la Reunión Cumbre Japón – Estados Unidos en febrero de 1994, el Gobierno decidió lanzar un conjunto de medidas económicas integrales por un monto de 15 000 millones de yen, incluida una reducción de impuestos por un valor de 6,2 billones de yenes.
Los gastos y créditos públicos fueron creciendo tanto en épocas de prosperidad como en periodos recesivos. El Estado prefirió no afrontar con una política fiscal restrictiva el problema de la deuda, para no agravar la recesión. Ello explica como el crecimiento de la deuda y del gasto público vino acompañado con la desaceleración del crecimiento económico.
Tabla 1
Años
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
%Deuda Pública / PIB
59,3
61,1
64,8
70,9
78,4
82,6
86,7
97,3
107,2
Fuente: OECD,1999
El Gobierno trató de manejar la situación, aprobó el segundo presupuesto complementario en febrero de 1994, propuso oficialmente medidas contra el alza del yen en abril de 1995 y tomó iniciativas en proyectos por un costo de 14 220 000 yenes, incluida la inversión pública de mayor envergadura de la historia.
Sin embargo, en dependencia del tipo de industria se observó gran lentitud en el ritmo de la recuperación, pues debido a la apreciación del yen y la deflación continuó el traslado de la producción de ultramar a países con costos más bajos, reduciendo la base industrial de Japón y generando problemas de empleo en algunas regiones por el retiro de plantas de producción, el llamado “vaciamiento industrial de Japón”. En especial, las industrias claves, como la automotriz, la de efectos electrodomésticos, la naviera, la siderúrgica, se vieron obligadas a emprender una transformación estructural por la recesión y el alza del yen. Desde otro punto de vista, las empresas que no decidieron trasladar la producción a ultramar y continuaron fabricando internamente tuvieron que enfrentar problemas, como: congelación de salarios, cierre de plantas, etcétera.
El alza del yen siguió su curso. En abril de 1995 marcó el record de 79,75 yenes/dólar. En la siguiente tabla se puede observar las bruscas oscilaciones del tipo de cambio yen / dólar que han venido desarrollándose en estos años.
Tabla 2
Años
Yen / Dólar
1985
263,65
1990
160,35
1995
79,75
2000
107,76
2001
121,53
2002
125,38
2003
119,0
Los empresarios japoneses se abstuvieron de promover nuevos proyectos de producción e inversión por la inseguridad que causaba esta alza del yen. A esto se suma la influencia nefasta que tuvo para la recesión el terremoto que sacudió el área suroeste de Japón el 16 de enero de 1995, el cual paralizó la red de transporte en la mencionada parte de la Isla nipona.
En cuanto a la venta en los grandes almacenes, el índice del consumo personal se puso al mismo nivel que el año anterior, a finales de 1995. La construcción de viviendas contó con 1500 000 obras nuevas, cantidad superior a la esperada; esto ayudó a sostener la evolución de la economía.
Durante 1995, la venta de computadoras personales fue alta y se incentivó la demanda de semiconductores y cristales líquidos para pantallas. También la demanda de papel para imprimir aumentó de manera súbita. En este campo hay inversiones con miras hacia futuros mercados.
El ánimo de los empresarios poco a poco se restablece. Las opiniones acerca de la situación coinciden en que al atravesar los dos peores momentos en noviembre de 1993 y febrero de 1994 comenzó lentamente a manifestarse la recuperación desde mediados de 1995.
La recuperación a partir de 1995 es lenta, pero si se considera que después de dos crisis petroleras la economía japonesa apuntaba como meta de crecimiento del 3% en términos reales, la cifra de un 3,6% en el trimestre octubre - diciembre de 1995 parece ideal. Teniendo en cuenta la necesidad del ahorro de recursos y los problemas del medio ambiente, el crecimiento durante la época de la burbuja fue anormal.
Hay que tomar la recesión que siguió a ese período expansivo como un proceso necesario para que la economía volviera a su órbita normal. A mediano plazo se pronostica una cifra de crecimiento entre el 2% y el 3%.
Según criterios de algunos especialistas japoneses, la recesión es positiva en algunas cuestiones, como las siguientes:
En primer lugar: Ha generado una situación favorable en la bolsa de trabajo ya que se le ha dado una mayor importancia a los trabajos que garantizan la producción bienes y servicios en el país Durante el periodo de la burbuja económica se padeció una terrible carestía de mano de obra, el problema no consistía en la carencia absoluta de trabajadores potenciales, si no que radicaba en que los jóvenes buscaban trabajos “interesantes” y rechazaban las ocupaciones difíciles.
En segundo lugar: Obliga a los empresarios a esforzarse mas en su gestión empresarial; naturalmente, es necesario impedir que se desarrolle una grave recesión que podría influir de modo muy negativo en le pueblo nipón, pero no se debe pasar por alto el hecho que durante el período de recesión las empresas se ven obligadas a realizar una gestión más prudente. En los últimos años han quebrado algunas grandes corporaciones. Las investigaciones sobre las principales quiebras ocurridas en el pasado relevaron que las empresas en cuestión habían relajado su administración y no pudieron evitar el hundimiento.
En tercer lugar: La recesión no está causando un gran impacto en la mayoría de los ciudadanos japoneses. Es cierto que los trabajados tienen ahora menos ingresos por horas extras y perciben salarios más bajos, pero, al mismo tiempo, la recesión disminuye los precios de los terrenos, de los productos de consumo y los costos de la construcción.
En consecuencia, no debe exagerarse la caída de los salarios. Si se examina desde la perspectiva de los gastos realizados por una persona a lo largo de su vida, el ahorro generado por los bajos precios compensara probablemente la pérdida temporal de ingresos. En efecto, el último boom pagó en oro a las compañías, pero en cobre a los individuos, fue precisamente el oro lo que infló las burbujas especulativas y devaluó el cobre recibido por los particulares. Seguramente, las familias aceptarán de manera gustosa que algunos de sus miembros no tengan que trabajar horas extras, aunque ganen menos regresan antes a la casa. A pesar de que no se han producido grandes cambios, no cabe duda que los trabajadores japoneses viven ahora de forma más digna.
En cuarto lugar: La recesión está golpeando más fuerte a las empresas que más se lo merecen. Da zarpazo no solo a las compañías que crearon la burbuja, sino también a aquellas compañías y profesionales que crecieron a expensas de las demandas corporativas, aprovechándose de los excesos especulativos a medida que se hinchaba la burbuja. Probablemente, la actual recesión no influirá en los salarios medios en Japón, pues en definitiva, no forma parte del reducido grupo de afortunados que gastaron millones de yenes en obras de arte, coches lujosos y otras formas de ostentación. Para este tipo de persona la explosión de la burbuja fue un golpe bajo; más, para el resto de los ciudadanos la vida sigue igual que antes. (Ver Cuadernos de Japón, no.2 Japón Echo. Inc, Tokio, 1993, p. 32, vol. V)
En realidad, la estructura que generó la burbuja económica permanece intacta e incluso experimentó un mayor crecimiento durante la recesión. El problema radica en que las empresas son ricas y los individuos son pobres. El poder de aprovisionamiento de las corporaciones ha aumentado hasta rozar los límites del dominio de las personas.
En el informe económico mensual de febrero de 1996, el gobierno anunció oficialmente la recuperación: “aunque es lenta, se observan síntomas de recuperación”. Así, después de medio año de silencio, manifestó sus expectativas. Anticipándose a este informe, el Banco de Japón declaró en enero de 1996: La economía comienza a reestablecerse”. Los economistas en general también lo aseguraron, pues la tasa de crecimiento señaló un aumento de un 3,6% en el trimestre octubre-diciembre de 1995; esta cifra, comparada con el trimestre anterior, alcanzó un nivel que no se había logrado durante cuatro años y nueve meses. Nadie pone en duda la recuperación.
Capacidad del Estado Japonés para administrar los costos de transformación estructural del país.
La economía japonesa ha atravesado hasta ahora por períodos de grandes dificultades, en los años 70 hubo dos crisis del petróleo y desde septiembre de 1985 comenzó el penoso período del alza del yen. Sin embargo, ante cada situación han ocurrido cambios en la constitución de la economía; la economía japonesa se distingue por su capacidad de adaptación ante las adversidades. Esa capacidad de adaptación se debe a los factores siguientes:
1. La productividad del trabajo es elevada.
2. Los salarios cambian en correspondencia con la situación económica. Como resultado se ha mantenido la práctica tradicional de tipo japonés de empleo, impidiendo que aumente el desempleo más allá de cierto límite.
3. Ante las señales del mercado las empresas buscan transformar su política administrativa decididamente.
Sin embargo, ahora está en cuestionamiento la capacidad de adaptación de la economía japonesa a las nuevas circunstancias. Los elementos del tradicional sistema administrativo japonés, como empleo vitalicio, ascensos por tiempo de servicio y armonía laboral, se encuentran en un punto de transformación. Las empresas están modificando el tradicional sistema de administración japonés: los empleados de las divisiones indirectas están sometidos al proceso de racionalización, los negocios en general se están simplificando, el sistema de salarios por antigüedad está siendo examinado, en otras palabras, se está efectuando la reestructuración.
A partir de la crisis, las grandes empresas se vieron obligadas a reducir su personal. Para esto, dentro de lo posible, mandaron a los empleados “menos indispensables” a trabajar en algunas de sus empresas afiliadas. Las compañías afiliadas, por su parte, psicológicamente forzadas a aceptar “las ofertas” de las compañías, matrices, tuvieron, a su vez, que reducir su personal y la técnica empleada fue despedir a los trabajadores de modo temporal y hacer un llamado a quienes de manera voluntaria querían retirarse. Esta tendencia afectó también a la industria informativa.
Como consecuencia directa de los problemas financieros de las instituciones bancarias, las empresas de software, las cuales crecieron enormemente durante los años 80, tuvieron que ir reduciendo su número de empleados.
La reducción de personal significa que las empresas están preocupadas por el exceso de empleados. Este fenómeno se hizo sentir a partir de los primeros años de la década de los 90. Si tomamos en cuenta que hasta entonces su única preocupación había sido la falta de mano de obra, la nueva situación les resulta aún más desafortunada a las actuales generaciones de jóvenes (los llamados baby boomer de los años 70). Se pronostica que a partir de ahora hasta los primeros años del siglo XXI, surgirá de nuevo un periodo de falta de mano de obra debido al envejecimiento de la población.
Eso conlleva, naturalmente, a una disminución del crecimiento de la economía japonesa. Por lo menos así contemplan la situación futura el Gobierno japonés y los círculos económicos. Sin embargo, las industrias manufactureras y las empresas a gran escala no parecen captar esta idea, pues siguen temiendo de manera sistemática el aumento del personal laboral.
Al estallar la burbuja, el estado ideal de empleo desapareció, bajó la tasa de demanda personal y subió el desempleo. La primera alcanzó en septiembre de 1995 una cifra de 0,6 puntos y la del desempleo a finales de este año marcó 3,4%. En la industria manufacturera las empresas promovieron rápidamente la racionalización como la llamada “reestructuración“ la cual consistía en reducir la cantidad de trabajadores internos en la sección de producción y disminuir el personal de las secciones intermedias, mientras se aceleraba el traslado de las fábricas al exterior para contrarrestar la súbita alza del yen frente al dólar. Al mismo tiempo, se demostró que las industrias de información y comunicación y la de alta tecnología, las cuales parecían ser prometedoras en cuanto al empleo, no tenían tanta fuerza.
Como manifiesta las reglas generales de la economía, la “recuperación del empleo se demora más que la de economía de recesión”; los indicadores de empleo seguían bajos, mientras los de la producción comenzaban a dar señales de recuperación. Por otra parte, las empresas empezaban a cambiar el sistema de empleo, reduciendo la cantidad de trabajadores que laboraban a tiempo completo y supliendo la necesidad derivada de esta disminución con trabajadores temporales y aquellos enviados por las agencias. Esta nueva tendencia empieza a arraigar con mucha firmeza. Sobre todo en 1995 y 1996 se evidenció la dificultad que tenían los recién graduados para encontrar trabajos, lo cual puso de manifiesto el desempleo de los jóvenes. Esa dura situación podría mitigarse si se consolida la recuperación de la economía, pero la realidad es que hay empresas que, al modificar la forma convencional de impedir a los recién graduados y de contratar a los aspirantes que han renunciado al otro trabajo acentúan al índice de desempleo por lo que esta situación seguirá afectando a la economía nipona.
Las empresas hoy en día están pasando visiblemente del antiguo sistema a un nuevo sistema que remunera de manera más decisiva la calidad del trabajo y el talento. Últimamente cada vez mas las empresas fijan los salarios de acuerdo con la capacidad de los empleados. Esta tendencia empezó a surgir a mediados de los años 80, cuando la primera generación de los baby boomer comenzó a desempeñar un cargo directivo y se enfrento a una sociedad saturada de personas no tan jóvenes que normalmente hubieran tenido derecho a un puesto directivo de cierto valor. En los años 80, con el surgimiento de la economía, muchas empresas aumentaron los puestos de cargo directivo, aunque no tardaron, con la crisis, en volver a reestructurar la organización.
Ante la recesión en los años 90 en el sector productivo se lograron: reducir los costos y mejorar la productividad. Sin embargo, en el sector administrativo esto no marchó bien, por lo que las empresas se están esforzando en reexaminar la organización y siguen incitando a su personal a retirarse temprano o a trasladarse a otra compañía afiladas. La introducción de numerosas computadoras en la compañía ocasionó un desequilibrio laboral, ya que muchas personas pasaron a ser “inútiles”. De hecho hay “pardos dentro de las empresas”. Estos alcanzan la cifra de un millón o un millón y medio, según cálculos no gubernamentales. La mayoría de ellos son oficinistas. Se pueden considerar que este fenómeno es característico del problema actual del sistema laboral, pues antes no eran tantos los oficinistas, sino, los obreros los que sufrían con los cambios.
Según el Informe Blanco sobre la situación laboral, elaborado en 1994 por la Dirección de Productividad Económica y Bienestar Social, las razones por las cuales surgió el problema del exceso de personal en las oficinas era:
1. Derrumbe del mito de crecimiento: Con la prosperidad de la economía de burbuja en la segunda mitad de los años 80, grandes empresa contrataban más de mil nuevos empleados recién graduados cada año y, los empleados de oficina aumentaron. Pero, debido al derrumbe del mito del crecimiento económico permanente, las empresas tuvieron que enfrentar el exceso de personal.
2- Avance de las tecnologías de comunicación e información: Con el uso masivo de computadoras personales, procesadores de palabras y otros equipos de oficinas se hizo posible el procesamiento de mayores volúmenes de trabajo en menor tiempo, lo cual evidenció el exceso de personal.
3- Internacionalización: Con la internacionalización de las empresas, es decir, con la aceleración del traslado de las empresas al exterior, las oportunidades de empleo en el país se redujeron no solo para los obreros, sino también para los empleados de oficina. Según los cálculos, cada vez que el yen se aprecia en 20% unos 150 000 empleados de oficina se vuelven innecesarios.
4- Aumento en la sociedad de personas en la tercera edad: Con el aumento de la llamada “población de la tercera edad”, surgieron, por un lado casos cuyo tiempo de trabajo se extendió mas allá de la edad de jubilación, pero, por otro lado, las empresas buscaban aumentar el número de nuevos empleados para ahorrar salario por antigüedad.
5- Presencia de más mujeres en el mercado de trabajo: Con la ley de igualdad de oportunidades para ambos sexos en el mercado laboral de 1986 aumentó el número de mujeres disponible a trabajar, lo cual trajo como consecuencia un exceso de empleados en las oficinas.
6- Modificación en la forma de pensar de los empleados: Hubo un cambio en la mentalidad de los jóvenes. Se redujo rápidamente el número de empleados que deseaban trabajar en una misma empresa hasta el momento de su jubilación; cambiar de empleo se convirtió en una cuestión lógica.
En el gráfico 2 se refleja la fluctuación del desempleo desde 1995; se observa un alto índice en 2003.
Gráfico 2
1985-1994: 2,5%
1995-2004: 4,5%
Fuente: Statistical Appendix 2002, Pág.175
El empleo vitalicio y los aumentos de los salarios por tiempo de servicio constituyeron dos pilares que desempeñaron un papel muy importante en el desarrollo de la economía japonesa – aunque esta apreciación se está modificando para las empresas-, pues el mantenimiento del personal estable en las empresas ha permitido economizar costos, por ejemplo, de reclutamiento. Además, la empresa podía invertir en la educación y formación de estos empleados y con ello lograr un apego y fidelidad aún mayor a la empresa.
Sin embargo, la política de empleo vitalicio tuvo también sus defectos. Los jóvenes empleados que las empresas contrataron durante la era del crecimiento acelerado, ahora tienen una edad media o avanzada aumentando los problemas debido al incremento de los salarios y la insuficiencia de puestos. Con la población de la tercera edad, por el sistema de empleo vitalicio, las empresas van a tener que continuar asumiendo la pesada carga de mantener los salarios.
La crisis asiática y su impacto en la economía japonesa
Según el economista japonés Kagami Mitsuhmo, la crisis de las monedas asiáticas es la consecuencia directa de una combinación de factores.
El primer factor desencadenante de esta crisis fue el gigantesco déficit de la cuenta corriente, el cual en 1996 alcanzó el 8,2% del PNB de Tailandia. Este déficit ejerció fuertes presiones a la sobre valorada moneda de ese país.
El segundo factor fue la relación existente entre un yen débil y el fuerte baht (moneda tailandesa) que incrementó las importaciones de bienes japoneses cuya partida representa casi un tercio de las importaciones totales de Tailandia. Así, pues, la fortaleza del baht es la causa del aumento de su déficit comercial.
Un tercer factor se produjo con el incremento de la progresiva afluencia de capital extranjero a corto plazo. Tailandia ha absorbido grandes movimientos de fondos extranjeros a mediano y largo plazos, probablemente esta afluencia ha sido demasiado elevada.
Las masivas inyecciones de capital extranjero han dado beneficios, han compensado el déficit por cuenta corriente y han aumentado las reservas de divisas.
Pero, al mismo tiempo, han impulsado las presiones inflacionarias debido a la afluencia de dinero. Una parte de los fondos fue a parar al sector inmobiliario y a sectores especulativos donde se crearon burbujas económicas parecidas a las de Japón de finales de década de los 80. En los últimos tiempos, los especuladores han utilizado de forma exagerada los mercados financieros del país para obtener beneficios a corto plazo. Para sintetizar, la crisis de Tailandia se debió a las burbujas especulativas provocadas por las grandes afluencias de fondos del sector privado a sectores, como el inmobiliario. La crisis tailandesa muy similar al estallido de las burbujas especulativas de Japón, puede considerarse una quiebra del mercado ocasionada por el desorden de una moral peligrosa, o más concretamente, por la descomposición de las normas éticas ante la perspectiva de obtener ganancias con facilidad.
Asia Oriental trata de impulsar sus exportaciones para emerger de la crisis económica, agobiada por la caída de sus monedas y del consumo interno. Más, a pesar de la mayoría de los pronósticos, esas economías han logrado recuperarse.
La teoría económica convencional señala que, a pesar de todos sus problemas, Asia Oriental deberá estar exportando mucho más que antes, pues las devaluaciones aumentaron su competitividad en el mercado mundial. En la mayoría de los países de Asia Oriental las exportaciones crecen de forma moderada, mientras se reducen los déficit de cuenta corriente debido a la caída de las importaciones, ahora demasiado caras para el bolsillo del consumidor de la región.
Las cuentas de Tailandia e Indonesia, al igual que las de Corea del Sur, cuyo superávit comercial de enero de 1998 fue de 1 600 millones de dólares, no son resultado de un aumento en las exportaciones, sino de la caída de casi el 40% de las importaciones. Las importaciones de Corea del Sur de petróleo, materias primas, bienes de capital y de consumo caen de picada.
Los exportadores tailandeses no se beneficiarán en todo con la depreciación de la moneda, pues varios países importadores tienen menos poder de compra debido al lento crecimiento de la economía. Los principales importadores de bienes tailandeses son, por lo general, sus socios de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Japón y China, los cuales disminuyeron sus compras en 1997.
Indonesia es otro país con una fuerte dependencia de las importaciones de otras economías de la región, como la ASEAN, Japón y Corea del Sur.
Las empresas japonesas hicieron grandes inversiones en el Este Asiático, con la base del fuerte yen después del Acuerdo Plaza en septiembre de 1985, pero éstas también han descendido desde aproximadamente 1990. Las inversiones japonesas en las economías asiáticas de reciente industrialización alcanzaron su punto máximo en 1989 y en los países de la ASEAN, en 1990.
La tendencia probablemente refleja el hecho de que las empresas niponas han tenido menos capital disponible para las inversiones en el extranjero como consecuencia de la larga recesión.
En la segunda mitad de los años 80, la expansión a gran escala de las empresas niponas en el Este Asiático produjo un tremendo impulso en el crecimiento económico de la región y, por tanto, se predecía que el descenso de las inversiones japonesas que empezó en 1990 tendría un efecto negativo en el crecimiento del Este Asiático.
En comparación con el resto del mundo, estos países presentan unas fuertes políticas macroeconómicas, poseen también una fuerte política en la educación, unos altos tipos de ahorro nacionales y una relativa estabilidad política.
Las estrellas del crecimiento económico del Este y Oeste Asiático se han visto obligadas a revisar sus estrategias de industrialización que dependen del fondo extranjero. Parte de los 70 millones de dólares de los fondos absorbidos a fines de 1996 el 53%, según el Banco de Pagos Internacionales correspondió a créditos de instituciones japonesas. De ahí que sea natural que Japón ejerza el liderazgo en la salida de la crisis monetaria.
Para contribuir al desarrollo sostenible de los países del Este y Sudeste Asiático y desarrollar los lazos de convivencia, Japón tendría que liberalizar su mercado protegido y aumentar las importaciones de la región, como hicieron los Estados Unidos con México mediante el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Hay muchas cosas que Japón puede hacer además de inyectar dinero como medida de emergencia, para fortalecer la estructura industrial de Asia a largo plazo.
La experiencia nipona en cuanto a política a seguir con las pequeñas y medianas empresas puede servir también de modelo para la industria de componentes de otros países. La producción de piezas tiende a convertirse en el principal objetivo de las pequeñas empresas en todo el mundo. La experiencia de Japón en política industrial es un modelo de desarrollo práctico para los países que quieran financiar empresas pequeñas.
Otros elementos característicos al modelo japonés, como la identificación del personal con el destino de la empresa, la lealtad y el proceso de toma de decisiones desde abajo, son la base de la gestión nipona y de la producción de tecnología; tal vez no puedan aplicarse fácilmente en los países del Sudeste Asiático que suelen practicar una gestión desde arriba hacia abajo y buscar el interés personal. A pesar de esto, una gestión parecida a la japonesa no es del todo imposible.
Japón fue criticado en los inicios de las crisis por los analistas, autoridades de Estados Unidos y del FMI, porque consideraban que la actuación de Japón era insuficiente. La opinión pública era que Japón debía contribuir con todo su potencial a revertir la actual situación financiera de la región y jugar el papel que le toca como primera potencia regional.
Sin embargo con el de cursar del tiempo las contribuciones japonesas a los países del área involucrados en la crisis, silenció las criticas recibidas en los inicios. Ejemplos de esto tenemos las llamadas “Tres iniciativas de Hashimoto”, que se dieron a conocer el 16 de Diciembre de 1997 por el Primer Ministro Ryutaro Hashimoto.
Los objetivos fundamentales de estas tres iniciativas eran los siguientes:
• La cooperación debe encaminarse hacia el logro de la estabilidad monetaria y financiera.
• Apoyar la reforma económica estructural en los países de la ASEAN con el objetivo de lograr un desarrollo estable y sustentable.
• Estrechar el dialogo y el intercambio entre Japón y la ASEAN.
• Desarrollar esfuerzos conjuntos para enfrentar los retos de la comunidad internacional.
Posteriormente los ministros de Finanzas y gobernadores de las naciones más industrializadas del planeta se reunieron en febrero de 1998 en la capital británica con el objetivo de analizar la situación en el Lejano Oriente, así como presionar a Japón a abrir sus mercados para acelerar la eliminación de la crisis asiática.
La situación de crisis y las exigencias actuales de los países de la región propiciaron la creación de nuevos paquetes de ayuda para estabilizar la zona. A principios de octubre, el ministro de finanzas Kichi Miyazawa presentó en la reunión del Grupo de los 7 y los representantes de naciones asiáticas celebrada en Washington, el nuevo plan de ayuda para Asia. Japón anunció un paquete de 30 mil millones de dólares para rescatar el sistema bancario en esto países y contribuir a la estabilización regional conocido como la “Nueva Iniciativa Miyazawa” (Plan Miyazawa) el cual fue recibido con beneplácito por todos los países de la ASEAN.
Los 30 mil millones contemplados en el Plan serán destinados a ayudar a los países asiáticos con problemas (Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea del Sur y Tailandia)
La incertidumbre, provocada por el colapso de entidades financieras y la crisis en otros países de Asia, retrasa las inversiones de las empresas niponas en equipos y plantas de producción y frena el consumo de los ciudadanos.
Del total de créditos concebidos en Asia, alrededor de 18 000 millones de dólares corresponden a China y 240 000 millones de dólares están repartidos entre países, Tailandia y Hong Kong. Los créditos que Japón ha concedido a países en toda Asia, cuyo monto alcanza 258 000 millones de dólares, serán de difícil recuperación y agravarán la situación de la economía de este país.
Para resumir podemos describir el doble efecto de la crisis:
La crisis asiática tiene diferentes afectaciones en la economía japonesa:
Entre las más importantes podemos mencionar:
* Japón posee el 40% del comercio y el 30% de sus inversiones con el ASIA
* Los países de la región son los mayores abastecedores de materia prima hacia Japón: petróleo, gas natural, caucho natural, madera, níquel, que son fundamentales para el desarrollo de la economía nipona.
* La incertidumbre, provocada por la crisis en otros países de Asia y el colapso de entidades financieras, retrasa las inversiones de las empresas niponas en equipos y plantas de producción y frena el consumo de los ciudadanos japoneses.
* Del total de créditos concedidos en Asia, alrededor de 18 000 millones de dólares corresponden a China y 240 000 millones de dólares están repartidos entre países, Tailandia y Hong Kong. Los créditos que Japón ha concedido a países en toda Asia, cuyo monto alcanza 258 000 millones de dólares, serán de difícil recuperación y agravarán la situación de la economía de este país.
La crisis económica de Japón tiene diferentes afectaciones en los países del Asia:
Entre los más importantes podemos mencionar:
* Japón posee el 40% del comercio y el 30% de sus inversiones con el ASIA
* El principal país importador de la ASEAN es Japón, incrementándose anualmente, sobrepasando el 12% del valor de las importaciones.
* Japón es la segunda potencia económica mundial y la primera regional.
* Japón es el donante número uno de la Ayuda Oficial para el Desarrollo de todos los países de la Región.
Conclusiones
Los procesos especulativos que aceleraron la economía de burbuja en Japón demuestran que ningún modelo de desarrollo capitalista queda exento de los peligros del movimiento del capital ficticio que potencian siempre la búsqueda de la ganancia fácil y rápida por encima del camino estratégico y seguro de la competencia tecnológica.
Un país que produce más y mejor debido a un aumento de su productividad fortalece en tendencia su moneda. Cuando Japón aumenta el grado de explotación de su clase obrera y tiene que renunciar o limitar algunas de sus “ joyas” en la organización empresarial y la política de bienestar, contrarresta con ello la presión de los Estados Unidos y hace soportar a su propio pueblo los embates de la competencia internacional sin renunciar a las grandes utilidades de sus inmensos zaibatsus.
Se aprecia como la presión de los Estados Unidos no es efectiva para superar el superávit comercial de Japón. Solo logra hacer revaluar el yen y frente a esa situación Japón traslada el proceso productivo al exterior; destruye empleo y salario; trata de mantener las altas utilidades de las grandes compañías; reduce el consumo del pueblo; reduce la inversión interna; eleva las dificultades de la pequeñas y medianas empresas; incrementa las importaciones --- con el yen revaluado las importaciones son más baratas--- destruye los precios de los productos nacionales en la economía interna; provoca artificialmente la especulación y acelera la economía de burbuja que, en 1990 explotó provocando quiebras bancarias, hace también incobrables los créditos; hay grandes pérdida de capital por devaluación de acciones y de bienes inmobiliarios especulativos; hace reducir la producción; y hace excesivas las capacidades instaladas. En fin, hace patente que la regulación estatal capitalista no puede eliminar el ciclo capitalista ni los efectos de la globalización económica mundial que vincule en un todo la competencia capitalista internacional.
Bibliografía consultada
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